Todo Paracuellos


El hambre agudiza el ingenio, y la opresión y las normas radicales conllevan el que te unas más al que tienes a tu lado, pero tambien que desates tus mas bajos instintos de supervivencia, cometiendo las tropelías que el corazón y el agujero del estomago te dicten.
Eso saco en claro de la lectura de Paracuellos (y de mi estancia en los Maristas, hambre no pasé, pero alguna bofetada y reglazo en la mano si que recibí), obra de Carlos Giménez, dibujante y guionista español que vivió en primera persona lo que supuso para muchos niños el estar desamparados o sin familia en plena posguerra española en un hogar de auxilio del regimen franquista.
Una obra que realizó en dos fases, a finales de los 70 y a finales de los noventa, de caracter autobiográfico, y que pese a lo duro y triste de lo que relata, tiene momentos super divertidos, yo al menos me he reído mucho, pese a ese sabor agridulce que te deja el saber que muchas de esas cosas ocurrieron así.
Niños que guardan trozos de pan para darse un festín 3 semanas despues, chivatos y abusones que campan por ahí soltando mamporros (auqnue casi siempre acaban recibiendo lo suyo), miembros de la iglesia con mucha propensión a soltar una yema, falangistas de pro intentando superar el record de niños derribados de un solo guantazo...
Habrá mucha exageración, posiblemente, pero que queréis que os diga, para alguien que ha estado en un colegio de curas recien muerto Franco, hay cosas que me creo a pies juntillas.



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