Yo era uno de ellos


Los chicos que coleccionaban tebeosJulián M. Clemente y Helio Mira


Cada época de nuestra vida tiene momentos irrepetibles, tanto para la bueno cómo para lo malo. Perdón en primera instancia por la obviedad. 
Pero ese paso de la infancia  a la adolescencia… madre de Dios, menuda fase… Que época más complicada, puñetas. 
Dos pilares fundamentales tuve durante esos años: mi grupo de amigos y los comics. 
Y el libro “Los chicos que coleccionaban tebeos” me ha llevado de nuevo a esos años, del 83-84 en adelante, hasta que la aparición bien fuerte del rock en mi vida me separó momentáneamente de los comics. 

Al igual que narra la historia, yo soy producto de la irrupción de los tebeos de Forum en el mercado. Si, antes estaban Vértice, Surco, de los cuáles tenía algún tebeo suelto, pero reconozco haberle metido más al Super Humor o a Tintín, o en visitas a casa de Nacho (y aquí lo nombro por primera vez) a sus Asterix o Lucky Luke. Don Miki si me apuras...

Pero creo que fue en Madrid, en el viaje de octavo de EBG 85, donde me hice con el Patrulla-X nº 1. Si, el de la Segunda Génesis, con la irrupción de los nuevos miembros de los Xmen. Ojo, ya había empezado con los comics con los Titanes de George Pérez en el 84, pero lo de la Patrulla X fue el BOOM total. 
Con él digamos que empezó la fiebre de coleccionista, porque hasta entonces, los Titanes y ese Ken Parker que tanto me fascinaba, como mucho. 
Y al igual que describe el libro, empezamos ese club selecto de admiradores febriles de las aventuras de los tipos en mallas. Un club reducido, todo hay que decirlo, porque éramos Nacho y yo, yo y Nacho. Al menos esos primeros años, ambos empezamos a comprar compasivamente colecciones, diría que él más que yo siempre, no se si por mayor entrega o poder adquisitivo ;).  Por cierto, benditos abuelos, esos proveedores de monedas de veinte duros que tantas veces me salvaban. 
La oferta no era ni mucho menos la actual, que cojones. Era más bien pobre, y el libro te lo narra de manera exquisita, explicando las vicisitudes para adquirir la remesa mensual en un pueblo sin un canal de distribución como el de una capital.  
En nuestro caso si disponíamos de un kiosco donde encontrar el material, y mantenernos organizados. Pero poco a poco fuimos necesitando más variedad. Y cuando Zinco dijo aquí estoy yo, y empezó a meter material cojonudo pero de verdad, bueno, los bolsillos obligaban a jugadas mayores. 
Recuerdo vivamente las mínimas subidas de precio y como afectaban a que pudieras llevar 3 o 4 colecciones a la vez. Ciertamente, a veces tenías que dejar de comprar alguna, y la elección era difícil, que demonios. Es que… Simonson con Thor, o Byrne con los 4 fantásticos, o Sienkiewicz y sus Mutantes… joder, había fases en las que era imposible elegir que colección estaba al mejor nivel. 
Bueno, lo que tenía claro es que la Patrulla X no iba a caer, eso nunca. 
Así que de vez en cuando me pasaba a vender alguna colección a librerías de segunda mano, con todo el dolor de mi corazón, pero no quedaba otra. 
No podía tampoco pellizcar tanto el bolsillo de mi madre ;)

Nacho pronto se embarcó en ese paso que también nos cuentan en el libro, el de crear un Fanzine. En este caso, Sneeze Gang, nombre con cierta coña debida a los problemas alérgicos de mi amigo. Ese fanzine fue el embrión de su mayor aventura, un puñetero portal sobre comics y cultura friki, que fue pionero en este país, cuando poca gente sabía lo que era internet. En ambos entornos hice mis pinitos con los dibujos, pero no me involucré a fondo. 

El caso es que esos años de adquirir tebeos, que lo de comics se empezó a destilar después, no recuerdo compartir dicha afición con más amigos, quitando Nacho. 
La pasión por las viñetas se mantuvo básicamente hasta que me metí en la música a fondo, y empecé a salir y necesitar el dinero para otros menesteres, y paré de comprar durante unos pocos años. 
Y que pasó? que George Perez cogió de nuevo los Vengadores, y con unos 28 años o así me metí de nuevo en el fregao de comprar comics, esta vez durante cerca de 12 años o algunos más, hasta que hace unos pocos, lo volví a parar. Creo que esta última vez me echó para atrás la poca calidad de las colecciones que estaba llevando.  
Pero hasta entonces, seguí siendo asiduo a las tiendas de comics. En Portada, Norma Comics en el Málaga Plaza, y sobre todo, Dreamers, la tienda que tras años de aventuras online, mi amigo Nacho se animó a montar. 
No era sólo ir a comprar mis comics, era ir a ver de paso a mi amigo, a echar un café y contarnos la vida. Y es que ahora que lo pienso, en época adulta, creo que poco hemos hablado de comics él y yo. Es curioso, y lógico, dicho sea de paso. 

Ahora estoy en fase de no comprar, al menos regularmente. Cada vez me costaba más tiempo sentarme con comics por delante, demasiadas aficiones y obligaciones. Pero mucha parte de lo que soy lo soy gracias a esas mañanas de pesca de historias en los kioscos de la zona con mi mejor amigo, y a esas jornadas maratonianas de lectura. 
Nos tocó lidiar con un cambio de mentalidad en los comics, con un acercamiento a tramas más adultas, complicadas, que suponían retos a un chaval de 14 años que te hacían pensar, debatir y evolucionar. 

Supongo que Nacho seguirá, desde Nueva York, comprando comics, por supuesto en inglés y en las librerías más cojonudas de la capital del mundo.
Este libro me ha recordado muchas muchas cosas. Sobre todo la suerte que tuve de estar tan bien acompañado en la aventura de crecer leyendo comics. 

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